Sunday, April 12, 2009

LA TAUROMAQUIA Y LA CONSTRUCCION DE ESPEJOS


NORA NUÑEZ

A la Fiesta hay que darle el sentimiento dramático y

artístico que requiere. Uno puede estar en la plaza a las seis de la

tarde y a las seis y un minuto en la presencia de Dios

 

Manolete

Según Aristóteles la tragedia representa las acciones de la vida del hombre; pero este hombre construido metafóricamente, es decir, hecho personaje, es un ser éticamente superior a cualquier otro y sus acciones son tan nobles que producen en el espectador temor y compasión, a partir de lo que se entiende un proceso de catarsis, de purificación. La tragedia ática, que no es un género sino una forma de vida, tiene su origen en los ritos en honor a Dioniso, dios de la pérdida de la individualidad que significa la embriaguez.

 

Dioniso. Aquél dios que experimenta en sí los sufrimientos de la individuación, del que mitos cuentan que siendo niño fue despedazado por los Titanes y que en ese estado es venerado como Zagreo. Su sufrimiento equivale a una transformación en aire, agua, tierra y fuego; por tanto hemos de considerar el estado de individuación como fuente y razón primordial de todo sufrimiento. De la sonrisa de ese Dioniso surgieron los dioses olímpicos, de sus lágrimas los seres humanos (El origen de la tragedia 97).

 

Pero Dioniso no existe sin Apolo. El Apolo como dios de las fuerzas y artes figurativas, tiene la misma significación que el sol, que es el bello sueño, “la mirada, lo bello y la apariencia delimitan el ámbito del arte apolíneo; es el mundo transfigurado del ojo que en sueños, en los párpados crea artísticamente” (241).

 

Apolo y Dioniso son dos divinidades que están en tensión. Eso es lo que se imita en la tragedia, lo que se representa: la vida se hace soportable porque el hombre, el artista, es capaz de crear sobre ella, apariencia, belleza.

 

Nietszche toma en préstamo a los griegos presocráticos estas dos divinidades, Apolo y Dioniso y los vinculó no sólo al origen de la tragedia sino al desarrollo del arte, por lo tanto de la vida misma:

 

"Mucho es lo que habremos ganado para la ciencia estética cuando hayamos llegado no sólo a la intelección lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición de que el desarrollo del arte está ligado a la duplicidad de lo apolíneo y lo dionisíaco: de modo similar a como la generación depende de la dualidad de los sexos, entre los cuales la lucha es constante y la reconciliación se efectúa sólo periódicamente"(El origen de la tragedia 40)

 

En su libro Espejo de la tauromaquia Michel Leiris (París, 1901-Essonne, 1990) reconoce en la fiesta brava un carácter y una estructura semejante a la tragedia griega, en donde esa especie de tensión entre los dos polos que constituyen el mundo se unen, donde angustia, temor, valor y belleza se mezcla con la sangre que emana de la víctima en sacrificio. En este sentido, el arte tauromáquico es uno de los grandes y últimos reductos que nos remiten a la celebración de nuestro origen: es la representación de un ritual sagrado en el que se mezclan la creación, la vida y la muerte, el elemento orgiástico, el sacrificio como un ritual de sangre avalado por la comunidad que no sólo lo observa sino que, como en la tragedia ática, lo experimenta como una catarsis que permite la purificación a partir de la comunión de los polos en tensión.

 

La tragedia, como la tauromaquia son representaciones del sacrifico primigenio, que en algún momento no sólo dio sentido al mundo sino que configuró su orden cíclico y cuya vivencia en los pueblos antiguos significaba la preservación de la vida misma, del ordenamiento del mundo.

 

 

***

 

En Espejo de la tauromaquia para Michel Leiris la fiesta brava, que el autor separa de sus múltiples aspectos folklóricos y turísticos, como toda celebración de origen sagrado, ritual y festivo es uno de los acontecimientos privilegiados que nos descubren a nosotros mismos en virtud de alguna afinidad o alguna analogía secreta, que aparecen con más intensidad que los demás, como experiencias cruciales o revelaciones (17), como la experiencia neuménica, ese atisbo de gracia que nos pone en contacto directo con la divinidad.

 

La experimentación directa de este tipo de manifestaciones que irrumpen en nuestra vida diaria a manera de prodigios nos colocan de manera en tangente en relación al mundo y uno mismo, en un espacio en el que uno se toca y toca al mundo sin cortarlo (tangente: del latín tangere), momento en el que nos sentimos colmados de armonía en un breve estado de intensidad, de paroxismo, aproximados al Dios de Nicolás de Cusa, cruce entre caminos, intersección de trazos, bifurcación de trayectorias, pivote o solar en que se encuentran todos los que llegan , que se define como el punto tangente del cero al infinito (15).

 

Es la llamada fiesta brava, entonces, la única manifestación de carácter sagrado, que funciona en un esquema análogo al de la tragedia, que cobra “el aspecto de uno esos hechos reveladores que iluminan ciertas partes oscuras de nosotros mismos, en la media que actúan por una especie de simpatía o de semejanza y cuyo poder emotivo se debe a que son espejos que conservan, ya objetivada y como prefigurada, la imagen misma de nuestra emoción” (19).

 

La tauromaquia, que es más, mucho más que un deporte o un arte, tiene un carácter trágico que le es inherente -doblemente trágico porque hay sacrificio, un sacrificio que implica un riesgo inmediato para la vida del torero u oficiante que, de no ser superado, puede colocarlo en ese otro lado que ocupa el ser sacrificado, la víctima.

 

Valdría la pena recordar que la mayoría de los considerados grandes matadores han muerto en el ruedo, convirtiéndose en víctimas sacrificatorias, pero también algunas veces fundidos en el paroxismo de la muerte, eliminando la fisura: Manolete, a partir de quien el toreo se revolucionó, “murió matando y mató muriendo”, fundido en un acto tangencial respecto al mundo:


 

En el sacrificio, no solamente hay un desnudamiento, sino que además se da muerte a la víctima... La víctima muere, y entonces los asistentes participan de un elemento que esa muerte les revela. Ese elemento podemos llamarlo, con los historiadores de las religiones, lo sagrado. Lo sagrado es justamente la continuidad del ser revelada a quienes prestan atención, en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo (El erotismo, Bataille 27).

 

Esa comunión extrema, intima y total de la muerte, no puede darse sino en la muerte, en la desaparición de los seres separados. De tal forma que entre el toro y el torero, entre permanecer vivo y morir restableciendo el orden, existe una separación necesaria, una fisura, “una delgada separación que crea un abismo infranqueable entre esos dos términos: el ‘más acá’ y el ‘más allá’ (Leiris 43) que Bataille en El erotismo llamó lo profano y lo sagrado:

 

El mundo profano es de las prohibiciones. El mundo sagrado se abre a unas transgresiones ilimitadas. Es el mundo de la fiesta, de los recuerdos, de los dioses (72)

 

Toda creación artística debe especular necesariamente acerca de la existencia de esa fisura que marca la intrusión de la desgracia en la belleza perfecta, en la convivencia de contrastes apolíneos y dionisíacos, vividos por los dos dentro del ruedo desde la tensión que se establece entre el movimiento del toro y el quedarse quieto del torero haciendo que el primero acuda siempre a sus llamadas y se separe de ellas, estableciendo una relación entre tangencia y convergencia y acercándose a ese momento en el que los hombres poseen concordancia con la animalidad y la naturaleza, es decir, en el momento en que son completos y absolutos, divinos: en el mero instante de la transgresión.

 

Pero estar dividido no proporciona estados placenteros, sino sufrientes. La unión consigo mismo no existe más que de manera ilusoria, en el sueño y en el acto amoroso, que no tiene como fin la reproducción de la vida misma y que se constituye por tanto como sagrado, que es además la fusión con ese algo encarnado que representa al “el otro”, al mundo, al cosmos, a la divinidad. La unión real y concreta consigo mismo, y con ese otro sea lo que fuere, acaso es la muerte: la única certeza posible en la vida. La unión con el otro es asimismo un ensayo de integración perpetua. que nos coloca por encima de la fisura que divide lo sagrado de lo profano, porque la vida que entraña la muerte da la ilusión de descubrirnos a nosotros mismos, pues es la relación vital que el hombre establece respecto a la muerte su principal referencia de finitud, aquello que no le está determinado en ningún tiempo y en ningún espacio.

 

La tauromaquia, entonces, es más que un arte porque cuenta con una serie de pliegues que perturban nuestra concepción misma de belleza pura, apolínea, pliegues que significan una especie de fisura, “una gota de veneno, una pizca de incoherencia” (lo que recuerda el presupuesto niezscheano sobre que el mito trágico sólo puede ser posible gracias a la representación simbólica de la sabiduría dionisíaca por medios artísticos apolíneos, El origen de la tragedia 174).

 

Pero la manera en que el hombre ha ordenado su vida en el mundo, su percepción del mundo y su manera de vivir en él, se aleja de lo sagrado y convierte a todo en bien utilitario. Por ello manifestaciones como la fiesta brava, que lo hacen experimentar la tangencia respecto al mundo por un instante, luego del acto sacrificatorio, la vida vuelve a ser la misma, y cada uno se coloca en el lado que le han hecho saber que le corresponde en el orden del mundo: las más de las veces el toro muere y el torero regresa a ser un hombre común como quienes lo observan y festejan su faena, se lava la sangre del traje de luces y de las manos y se reintegra a lo profano, al mundo, como lo hacían a modo de expiación aquéllos cazadores y guerreros considerados sagrados sólo por el hecho de otorgar la muerte (Bataille 78).

 

En el arte, como en la tauromaquía, lo que constituye a la belleza no es sólo el contacto de elementos opuestos, sino su propio antagonismo, la manera activa en que el Uno tiende a irrumpir en el Otro, a imprimirse en él como una herida, una depredación... así lo bello sólo existe en función de lo que se destruye y de lo que se regenera, a modo de catarsis, de purificación, como en la tragedia ática.

 

***

 

Los momentos en que el hombre se siente tangente respecto al mundo, donde integra totalmente el lado profano y el sagrado de su existencia, están caracterizados por una fisura donde convergen lo izquierdo y lo derecho del mundo, la bipolaridad de lo dionisíaco y lo apolíneo, que en el arte, en la construcción de espejos, se conjuntan porque todo acto bello debe contener la gota de veneno que hable de la fisura trágica de la conciencia humana y la revele en el instante del paroxismo.

 

Todos estos elementos están contenidos en el acto erótico que significa la fiesta brava, una de las más altas manifestaciones donde se asiste, como en la tragedia ática, a un ritual, completamente codificado pero al fin un ritual, donde la belleza base de la faena constituye un acto sacrificatorio, una catarsis, una perfecta y llana purificación que permite luego el reintegrarse a la vida normal. Un acto de valor donde el torero, como todo artista, se coloca frente a su propio morir y lo transgrede matando para poder seguir viviendo. Donde la izquierda del pase por naturales da muestra de valor y el riesgo coquetea con la derecha, con el otro de los extremos del mundo en la posibilidad de una desgracia latente.

 

A la luz de estos puntos de vista, la reflexión de actos fundacionales de la vida no apunta hacia la comprensión del arte ni de la naturaleza del hombre sino a examinar toda vivencia desde el caro acto pasional, festivo y primitivo del desgarramiento y del paroxismo.

 

 

***

 

Digamos, con Leiris, que construir espejos es tarea del artista: espejos que reflejen su propia condición humana y la proyecten en manifestaciones que contengan la recreación de sus fisuras con respecto a lo más profundamente sagrado del origen, de su origen cuyo recuerdo se ha perdido en lo utilitario, eso con lo que vivimos profanándonos cada día.

 

Espejos que arrojen luz, como un prodigio, sobre la vida cotidiana y hagan que en ésta se sienta tangencialmente plena respecto al mundo. Espejo: espectáculo, puesta en escena, poesía, pintura, obra de arte.

 

 

Bibliografía:

 

Aristóteles. El arte poética. México, D.F.: Espasa Calpe, Colección Austral, 1997.

Bataille, George. El erotismo. Barcelona: Tusquets, 2000.

Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Madrid: Siruela, 2000

Leiris, Michel. Espejo de la tauromaquia. México: Aldus, 1998.

Niezstche, Friedrich. El origen de la tragedia. Barcelona: Alianza, 1984



Manuel Rodríguez “Manolete” es mortalmente herido en Jaén (1947) por "Isleño", un toro de la raza Miura, negro entrepelado y bragado. Estaba anunciado con Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín. Falleció aquella madrugada.

 

16 comments:

El Signo de La Espada said...

El escrito está muy bien armado, bien escrito. Con preámbulos muy bonitos que ambientan bien chido.

Pero tengo que disentir: la tauromaquia no deja de ser un vil asesinato vestido de tragedia.

no es un arte y no hay valentía cuando la bestia es herida y debilitada sistemáticamente antes de salir al ruedo.

La lucha simbólica de la bestia contra el hombre es espuria, porque mientas que la bestia es incapaz de contener su impulso de matar y lucha por su vida, con toda la gracia y la elegancia que pueda tener el hombre que se enfrenta a la bestia, no supera la bestialidad, porque pudiendo frenar su capacidad de matar, no lo hace.

Mi estimado Hugo de Payns, qué chingón está tu nuevo banner. Nos vemos

marichuy said...

Mi querido Jota-pe

El articulo está estupendamente escrito; pero el tema no resulta facil, me parece. Profana, como dice por ahí, me parece una buena definición para esta manifestación artística (como le llaman sus aficionados y conocedores).

Para mi, la fiesta brava es una de las manifestaciones culturales más controvertidas y polémicas que hay. No hay puntos medios: o se le ama apasionadamente, o se denosta con igual intensidad. Nunca será muy bien vista la forma en que mueren los toros.

Par alguien como yo, que no se ubica en uno u otro bando, la fiesta brava resulta casi pagana, profundamente violenta y transgresora; pero al mismo tiempo no puedo evitar verle como algo lírico, sensual… casi erótico. El binomio: Eros-Thánatos produce en el espectador una reacción animal, sea o no, aficionado al toreo; le lleva a expresar sus instintos más básicos. Nunca he asistido a una corrida y no creo que tendría estómago para hacerlo jamás. No puedo satanizarla, pero nunca podré entenderla. Me produce fascinación y horror, al mismo tiempo.

Saludos

A said...

Por esta vez, y por ser tu,mi querido jota pechocho, no hablare de lo que considero arte o valentia.

Me intereso muchisimo el asunto del sacrificio, y lamentableente, asi es, es un sacrificio. ¿sabes? una de las principales doctrinas de la religion catolica que no comparto es esa, la del sacrificio

esa idea de que debe haber dolor, castigo, sangre, penitencia, pago, etc... y es algo que tenemos inculcado en la medula (los mexicanos de manera muy particular, pero no unica)

En la cuestion mistica, yo considero que un sacrificio perfecto elimina la necesidad de cualquier otro. Razon por la que lo extrapolo a todos los sentidos aplicables de mi vida.

No tolero el sacrificio, no creo que uno deba sufrir por.... y no creo que debamos permitir que alguien sufra por...

Algo hay en mis profundidades quiza que no he trabajado jaja , no lo se...pero tengo mucho problema con ello.

Por otro lado, y siendo menos negativa, te cintare que lei una vez un libro que habla del mundo del toro y del torero, se llama 'mas cornadas da el hambre' y bueno, tampoco ayudo a mejorar mi vision de esta tradicion, apesar de que el autor hizo su mejor intento, siendo que en su juventud lo practico yle tiene un gran amor (asi es)...

en fin, te dejo besos pacificos y nada sangrones
A.

JP said...

-- signo! (sorry ladies, el torero ha esgrimido su espada), que curioso que sea una mujer (Nora) quien encuentre filosofia en una fiesta brava y sea un hombre quien encuentre en esto solo un vulgar asesinato. Norita mira lo simbolico, lo que detras de la muerte hay, una ceremonio real en donde el que muere (toro, torero, o ambos) nos recuerda que a diario este juego se da, en las guerras, en la fiesta de XV anios, en la fiesta del pueblo, en plena semana santa, estamos rodeados de este espectaculo pero la tauromaquia (y quiza solo en el acto sexual esto es mas explicito) es una de sus maximas expresiones; podemos disentir, este no es un problema etico, se da y se seguira dando porque esa es la natualeza humana, el exceso como hilo conductor. Espadachin, gracias por el cabezal nuevo, siempre busco algo que se acerque a lo que estamos hablando, en este caso la bestia (puede ser jesus, porque no?) y el santo (yo le voy al monstruo), un abrazo bro!

JP said...

-- adorable marishuy, coincido totalmente con cada una de tus palabras, nunca he asistido a una corrida de toros, pero ahora que he leido a norita creo que va a ser una de las primeras cosas que haga cuando tenga chance. Tampoco he ido a las luchas, que me parecen mas teatrales que simbolicas del bien vs. el mal (y bla bla bla), pero si me llevaron de chavito a ver futbol (no dejaba de mirar el estadio, mas que el partido), si he ido a un taibol pero es tan insipido como un billete de cualquier denominacion. Honestamente la fiesta brava es una tragedia, un rito que desangra nuestros sentidos y del cual es dificil participar sin sentirse heroe o villano, gracias por soportar tanto rollo

JP said...

"No tolero el sacrificio, no creo que uno deba sufrir por.... y no creo que debamos permitir que alguien sufra por..."

-- amada pacific(A), y sabes porque? porque eres practica, sensata, inmediata, y eso es envidiable. Una persona que se levanta y sabe que va a hacer todo el dia (como sospecho lo eres tu) es una persona que tiene los pies en la tierra, y tu eres terrenal. Un amigo durante mucho tiempo, como terapia diaria me decia que mi problema es que soy demasiado metafisico, viva la sensatez! Por favor nunca trates de entender el sufrimiento, eso dejaselo a las magdalenas, besos de peace and love!

El Signo de La Espada said...

A güevo, de que siempre va a ser un problema ético, lo será. Ver la filosofía en la violencia es muy difícil, pero existe, eso no lo discuto, mira que yo sé de eso.

De que hay belleza, erotismo, delicadeza, lo hay, pero para uno que es chillón y sensible, deja que te lo diga con un ejemplo burdo, es como si estás en plena acción y justo en el momento en el que estas por tener un orgasmo monumental, tu pareja te pone un rodillazo en los cojones...

me resulta muy difícil hacer esa separación, hermano.

Quien diría que dejarías de responder primero a las damas, hombre, se agradece la deferencia.

Saludos

malbicho said...

(he reiniciado este comentario por lo menos unas cinco veces -je-, incluso pensé en no opinar)

asistí a una corrida de toros siendo una puberta, nunca he vuelto a estar tan cerca de la agonía y el sufrimiento extremo; perdón, no encuentro el acto creativo a partir de la tortura cruel y sádica de un ser humillado y reducido; no veo la legitimidad de un simbolismo especista que se deposita en un animal en desventaja; sólo veo una justificación antropocentrista: mi placer humano sobre el dolor físico de un ser inferior

JP said...

-- mi guen espada (sorry malbi, el torero se ha llevado las orejas) para mi no es un problema etico en la medida que no se trata de si es bueno o malo, la naturaleza del toro es salvaje, para mi casi es lo mismo meter un leon o un cocodrilo y pelear con el, la diferencia es la belleza del animal y la precision del torero, un baile entre que termina siempre tragicamente y de eso nos habla norita; si estas estas haciendo el amor y te dan un golpe en los cojones, una de dos: te vuelves masoquista o mas cuidadoso (jeje, es broma mi buen). Sin mas regreso al raton, un abrazo mi guen!

JP said...

-- malbi, caramba, no tienes nada que pensar, por favor, tu eres una persona honesta y en esa medida no te limites, aqui se respetan las opininiones y lo que se intenta es discutirlas. Por supuesto que el ser humano es antropocentrista, lo que es peor, es machista, racista, clasista y toda la larga lista de istas que le quieras colgar, sin embargo me parece que la fiesta brava tiene como fin algo mas que volver bisteces a un animal inferior, es apostar la vida a una bestia deseosa de acabar tambien contigo, saludotes, nos vemos al raton

malbicho said...

no hallaba como no parecer descalificativa hacia las opiniones contrarias, y en realidad sí estoy por completo en contra de las corridas de toros y espectáculos similares (como las peleas de gallos y las de perros); sí soy en extremo sensible al dolor propio y ajeno, al grado de cuestionarme seriamente el continuar siendo carnívora; reconozco el aspecto estético de los movimientos del torero pero no resisto la celebración de la muerte del toro; tengo en la mente las escenas de toros huyendo, tratando de hallar una salida saltando a las gradas, recuerdo la reseña en un diario deportivo de una de estas huídas infructuosas, la molestia que la cobardía del toro había causado a los asistentes que exigieron la muerte del animal y el repruebo al criadero por no forjar toros más agresivos, pues no era la primera vez que eso pasaba con los animales que llevaban; por supuesto el animal fue sacrificado sin la "dignidad" ni "belleza" de enfrentar artísticamente su muerte en la arena (supongo que al toro le dió igual morir sin ellas)

bueno, perdón por el rollo

Educavent said...

Me temo que coincido plenamente con malbicho.
No encuentro arte en la muerte.
No matamos un leon o un cocodrilo en un espectáculo masivo que tachamos de "artistico"
La bestia está deseosa de acabar con el hombre es cierto, pero el encuentro es artificial y provocado por el hombre y no en una lucha de sobrevivencia.
Monta al toro y mantente allí como en algunos rodeos y le encontraré algo de sentido. Pero la muerte de un ser viviente en un espectáculo provocado y no en un entorno natural no será artística para mi.

JP said...

-- malbi, educavent, gracias por sus comentarios, las peleas de perros y las de gallos son igual de absurdas que el box? (cada uno ademas tiene que ser entrenado o naturalmente violento) o los humanos no cuentan? siempre me ha sido medio absurda esa posicion facilona de los medio-ambientalistas: pobrecitos animalitos! por supuesto que la "fiesta brava" es un negocio, que espectaculo no lo es? durante la realizacion de este ensayo dos toreros resultaron muertos (ironia tratando de valorar la vida de esas "salvajes" personas), ahi estan los videos como pruebas, y no es que quiera decir que los 500 kilos de un toro son equitativos a los 60? 70? del torero, claro para esan estan los picadores y los banderilleros, para desangrarlo y solo en esa medida buscar la equidad en esa arena. Me parece que Nora no ha sido entendida, insisto, no se habla de asesinar a un toro, sino de como lo humano busca la necesidad de religiosidad, muerte, exceso, erotismo, en cada una de sus ceremonias. Malbi, por otra parte, recuerda que la parte de la cadena alimenticia que te toca consiste en comer carne, tal vez sea bueno dejarla para no tener tantas toxinas en el cuerpo, pero eso no va a evitar que los toreros y los toros sigan regando su sangre en todas las plazas del mundo, saludos a los dos!

malbicho said...

no, no... creo que el texto sí se entiende, aunque no nada más el tema es difícil, quizá también las apreciaciones (es decir, compartirlas)

en lo particular tampoco disfruto del box, sólo que ahí sí entiendo que es un enfrentamiento consensuado y que ambos contendientes no son por completo utilizados(y que el objetivo no es asesinar -aunque para tí eso sea una menudencia... je, mal chiste-)

y tampoco mi objetivo es neciar, tienes un buen punto en cuanto al debilitamiento del toro... en realidad me da gusto haber leído este ensayo, admito que sí tengo prejuicio y negación al tema, que estuviera en tu blog me obligó a leerlo y tus comentarios a considerar otras ópticas

(por otra parte: pobrecitos animalitos!... o qué? no tienes corazón??? -je-)

JP said...

-- jajaja! me rindo malbi, quiero una subcripcion al club de los pobrecitos animalitos! ya hasta veo con carinio a los bisteces de mi comida, prometo no morderlos de mas, gracias por la buena onda!

bongoman505 said...

Creo que el mito de la modernidad, del progreso, del conocimiento progresivo e infinito que en algún momento nos librará de la crueldad, o nos conducirá a un mayor bien posible, ya fue dejado atrás. Creería que esto ocurrió más o menos a finales del siglo XVIII, en la época del Divino Marqués y de la revolución de la guillotina (aunque sólo haya sido evidente hasta la época de las vanguardias artísticas y las dos guerras mundiales). Pensar que los hombres primitivos eran idiotas o bárbaros me parece inocente o educadamente bárbaro. Pensar que una tradición religiosa inveterada, tal vez de 4000 años de antigüedad (el auge del Cristo es apenas de dos mil años) en la que los hombres, sacrificando un dios encarnado en la naturaleza del toro, su animal totémico, afirmaban el eje de un espacio y un tiempo sagrado y vindicaban la validez del pensamiento intuitivo y mágico-poético, no pueda pervivir en nuestra lograda comprensión histórica de ciudadanos políticamente correctos y habitantes del siglo XXI, me parece una actitud inocente, desinformada, hipócrita o bárbara. Los pueblos Iberos, creo, también sacrificaban un toro al espíritu de la cosecha, a la Diosa Universal de su calendario agrícola. Y creo que se trataba de sociedades matriarcales o de sociedades en transición hacia el patriarcalismo. Las religiones pueden quebrarse, los mitos y los ídolos también. Pero el sentido religioso pervive aun en nuestras economías prosaicas y consumistas y en nuestros hábitos de autodestrucción masivos (pensar tan sólo en el suicidio ralentizado que implica el consumo de drogas). El culto religioso a la muerte y a la crueldad se ha enmascarado en nuestra época de espectáculos mediáticos y masivos de estrellas pop. Aunque nuestras religiones sean laicas, ideológicas, culturales o sociales, los cultos a la crueldad, a la muerte y a la violencia sin nombre, no pierden vigencia. Pensar que el desdibujado espectáculo de una tradición religiosa olvidada e ignorada casi por la mayoría de quienes se autoproclaman apóstoles de la compasión animal es querer resaltar un dolor de barriga cuando el mal real es un cáncer terminal...