Monday, March 9, 2009

TERCIA DE ASES


Felipe León

En un cuarto cubierto por cuadros de pinturas clandestinas, con una vela escurrida y mecha mugrienta, enmedio de libros que fueron abiertos alguna vez, un aprendiz de escritor piensa. Observa con cuidado los textos que tiene a su alrededor. No sabe si la nostalgia o el coraje le darán ánimos para poner la primera letra. No tiene inspiración pero hay algo que lo mueve a escribir sobre las letras maquinadas, sobre los hombres escépticos, tristes y amargados como él. 

Mira una y otra vez los libros, sus títulos, su lomo. Cree que a lo mejor está  escribiendo el principio de una obra maestra. Lo que sea y haya sifo, pero ya puso la primera letra y es una A. Una simple e insignificante A. La misma con que se inician el abecedario, las cinco vocales, las palabras del diccionario. De Amor, de A lo major, de Al rato, de ¡Ahhh!, de Agonia, de la misma letra que una mujer que Ama tiene en su nombre y, por desgracia, también su rival, su contrincante. Desde ese momento no ha podido continuar a la segunda, por la simple y sencilla razón de que puso: A, en espera de a quién dedicaría su escrito. Varios nombres pasan por su cabeza: los famosos Allan Poe, por su “Filosofía de la composición“; Sergio Pitol, por “Domar a la divina garza“; Fedro Dostoievsky por “Humillados y ofendidos” y Rodolfo Henestrosa por “El benefactor”. También piensa en los cuates: Froylán Huitrón, el Isaaca, en el Carlitos, en don Jorge, la Carmen, la Rocío V. y, por supuesto, el Hugo Jaramillo Page. Se detiene un poco y decide dejarlo en blanco o poner “A todos”, menos a Camilo José Cela ni a George Bush, ni a aquellos que por desgracia tienen el síndrome de Goethe y son gandallas.

El, como todo aprendiz de escritor, busca la anécdota, el punto importante de su historia, la sinopsis. Coloca una serie de papelitos mal escritos: cuentas de cafés, de cervecerías, de loncherías, servilletas, hojas de cuaderno, boletos del metro, de los camiones de Neza y otras chácharas sucias que ignora cómo se mantenían dentro de la bolsa de su pantalón y ahora salían lamiendo el borde de la mezclilla mugrienta y azulada. Revisa uno a uno los papeles, unos versos que él llama poesía, unas notas de filosofía amorosa, un recorte de periódico que le da risa: “Crítica de la razón cínica”, y continúa la lectura sin notar que no ha iniciado su historia magnánima, “frente al cinismo se reacciona con un sentimiento conjunto de temor y perversa admiración. El cínico, es decir, el hombre dotado de cinismo, es una persona hábil, capaz de utilizar a los demás para su propio beneficio”.

Vuelve a alborotar los demás papeles. Cree en el cinismo y forma parte de él. Busca el diccionario de sinónimos de Giusseppe Pittano y lee: “desdeñoso (sí), impúdico (sí), burlón (sí), descarado (también), despreocupado (no mucho), indiferente (quisiera), insensible (nunca)”. De todas la ascepciones tres fueron contundentes, una neutral y las otras tres no se equiparan con su personal dad, por lo tanto, es medio cínico y medio “respetuoso, púdico, recatado, decoroso”. “El cínico es uno que conoce el precio de todo, pero no sabe el valor de nada”. Pues sí, en realidad era medio cínico, de acuerdo con este aforismo inglés.

Pero bien decía Oscar Wilde: “Hay dos clases de cínicos muy agradables como amigos, los que no dicen nunca una cosa moral, ni hacen nunca una cosa mala”. Eso, eso era lo más sensato y real, era un cínico y, por lo tanto, tendría que escribir como cínico. ¿Cómo? El ritmo se lo dictaría el teclado, el tic-tac del pinche despertador, el taca-taca de la máquina, el ruido estruendoso de las combis, la desconsoladora esperanza, los malditos los malditos aconticimientos que se habían incrustado dentro de su ego. Por puro masoquismo esperaba algo más de la próxima madrugada, del próximo día del primer mes del año primero. 

Situación I: Vive intensamente enamorado de A (la que no quiso) y supuso entre miles de posibilidades que sí se le haría. Guardó siempre la esperanza y se le fue como se van las ideas si no se retienen en un Segundo y ya sobre el papel. Luego llegó la que no creyó conocer nunca, su rival con el síndrome del Fausto, y de ahí en adelante se volvió más misógino y petulante ante las mujeres.

Situación II: Decide el suicidio. No se anima a pesar de las grandes cantidades de ron, vodka, brandy, cerveza y whisky que ingirió dos días seguidos. Por lo tanto tiene una cruda de dos días y recibe una llamada. Es la gorda A, cara de pescado del mar muerto, que le llama para invitarlo a conocer su casa en Tizayuca, Hidalgo. Sale con ella derramándose en lágrimas donde ambos se cuentan sus penas y se encuentran unidos por mucho tiempo, solos enmedio de un pueblo semi-fantasma, hasta que se deja seducir por la gorda A y le promete no trabajar, terminar su tesis, volverse un prestigiado residuo de la intelectualidad de polacas.

Situación III: Cree firmemente que vive uno de esos cuentos eróticos y asquerosos. Sueña con viajar, darse un toque, emborracharse, pues sólo así se atrevería a coger con la gorda A, quien le ofrece pagar sus estudios, su abono de transporte, sus camisas, sus borracheras, sus andanzas, perdonarle que la golpee, etc. Total, cree firmemente que está controlado por el planeta Plutón y verá a la astronomía enmedio de su alucinación y perversidad. Allí morirá y dejará de escribir, porque es 31 de diciembre.

13 comments:

marichuy said...

Jota-pe

No resulta fácil decidirse; no sé, a mi me gustan los suicidas literarios, pero no estaría segura. Lo que si es definitivo, es que el sexo vende y entre más sucio, mejor; entonces quizá resulte más interesante vivir uno de esos "sueños eróticos asquerosos", como dice el narrador.

Saludos

JP said...

-- marichuy, definitivo, la vida deveria ser un "suenio erotico asqueroso", gracias por comentar

A said...

por que pluton no es planeta es cinico.

por que es mas facil (aunque sea dificil) encontrarse un billete gastado en las bolsas que una idea

por que el suicidio tiene como esventaja el fin de la calamidad.

besos querido Jota pe, besos pintados
A.

El Signo de La Espada said...

chingue a su madre, ese cuento me recuerda mucho a mí.

Solo que yo no caí en las garras de la gorda A, me le escapé y me le he escapado un chinguero de veces. Pero me alcanzó la perra...

y se la llevó la verga!!

mwahahahahaha

JP said...

-- querida pl(A)neta, eres la net(A)! que chingona concepcion tienes del suicidio, el fin de la calamidad, juar juar, excelente! besos ide(A)listas

JP said...

-- signou! dile no a las gordas! ah, no perdon esa es pal zeta, dile no a las malos recuerdos! gustazo espadachin

A said...

Jota pe, querido querido,
....pero el fin de la calamidad, es -para muchos- una gran desventaja y les mueve a seguir en la vida.

Besos ironizados
A.

Noelia A said...

Bueno, los relatos más enmarañados suelen ser muy interesantes, a mi juicio no tenés que decidir por uno, mezcla todo y mira qué sale...
jaja
Muy bueno el texto, me gustó la definición de cínico: "es uno que conoce el precio de todo, pero no sabe el valor de nada”.
Chau chau

JP said...

-- querida calamitos(A), deveras la vida debe ser solo sufrir si no como gozar? besos redivivos

JP said...

-- noelia, a felipe le encantara tu comentario, gracias por visitar!

payomocion said...

jeje me encantó la pintura.... tiene de todo, pero no es nada...

JP said...

-- que tal diosito, bienvenido, deveras un placer ver caras nuevas por aqui, gusto y espero te gusten las por venir

Noelia A said...

Ah, te responodo: sí, Fiora es la de la foto y la de la dire del blog, jaja
Saludos