Monday, October 6, 2008

LA ASCENCION DE TOLITA




Tolita extrañó el amor. Ella era puta pero sabía de la pasión como una de las retorcidas espinas con las que Dios coronaba su alma. Por eso el tibio látex que pujaba lúbrico entre sus piernas sólo le hacía presa de un animal voraz, que aguijoneaba sus sentidos entre gruñidos y baba, arqueándose sobre su estómago, ese desierto con oasis de ombligo en donde saciaban su sed diferentes hombres, con un mismo sexo (duro), y diferentes sexos de un mismo hombre (blando), que nunca se desnudaba la mirada.

En el techo sus ángeles guardianes, sus queridas moscas, también fornicaban pero con pasión, agitando sus alas, lamiendo sus patas, trenzadas en un zumbido que mecía a Tolita al centro mismo del foco, en donde su deseo
lejano ardía, reflejando la sombra de sus ángeles en las paredes y las sábanas, ya de por sí manchadas de sumo humano.

Cuando al fin se quedaba sola sus moscas enmudecían ante su reposo, porque Tolita volaba más alto en sus sueños. No como ellas, hechas un amasijo impertinente de cuatro alas que chillaba su lascivia. Tolita ascendía convertida en un ovillo de fuego hilando al corazón de Dios, que no atravesaba porque el sueño es mal camino y su deseo se le volvía ceniza.

Y de nuevo la calle. Tolita era puta pero no extrañaba a los hombres. Los veía desparramar su pereza en cada paso, mirándola-mirándose el pene. Pensando si necesitaban eyacular su cansancio, o si sólo se rascaban los recuerdos consolando su hastío. Afuera, las ventanas sudaban el sopor del que está hecho el pecado: el cielo era una gris continuación del asfalto por donde la gente caminaba su letanía diaria, mientras los niños jugaban a repetir el abecedario de sus padres. Cansada, Tolita fue tras el deseo.

No tardó en encontrarlo al acecho en un callejón. Con sus ojos redondos iluminando el camino a sus garras purificadoras. Al tomarlo cada pelo oradó de nuevo su memoria. Su piel era una alfombra tibia en la cual sus dedos redondearon el camino a su salvación. Lo sentía entre sus manos ronronear esa oración que era el inicio de su ceremonia con Dios: “Padre nuestro que estás en los cielos”… sus miradas se encontraban cómplices; “santificado sea tu nombre”… Tolita enroscó sus dedos en esa garganta que latía tibia; “vénganos tu reino”… las garras de su cómplice inyectaban el deseo en ella; “hágase tu voluntad”… su ascención comenzaba cuando sus manos se abrían a otras heridas ya cicatrizadas; “en el cielo como en la tierra”… manos y garras eran ardientes amantes uncidos por la sangre de Tolita; “no nos dejes caer en la tentación”... eran una llama ascendente que fluía al corazón de Dios; “y líbranos de todo mal”… su amante fallecía cuando Tolita volvía a nacer, “amén”.

Tolita era puta pero amaba a Dios.

2 comments:

Anonymous said...

te invito a leer regularmente mi blog, publicare cosas interesantes

Vidita said...

GRacias de nuevo. te linkeo mi Julio